23.9.11

TRADUCCIÓN: "REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA MUNDIAL" DE BETHMANN-HOLLWEG. CAPÍTULO: "El estallido de la guerra"

La literatura política de nuestros enemigos se ocupó largo y tendido antes de la guerra sobre el destino de Austria-Hungría. Discutían públicamente sobre si el imperio de los Habsburgo debería ser deshecho o si sería preservado. Que la muerte de el emperador Francisco José sería un día fatídico para la monarquía era un axioma manejado por otros aparte de nuestros enemigos. En Alemania había vivas discusiones sobre lo que seguiría, y los escritores, especialmente las plumas pangermanas, discutían ambiciosos esquemas para dividir ese estado sin preguntarse por los posibles efectos que esto podría conllevar.


Antes de la conclusión de la Entente Cordiale muchas voces habían estado declarándose en Francia a favor de alejar a Austria-Hungría de la Triple Alianza y de atraerla al campo francorruso. Con este fin en mente  efectuaron en Viena muchas jugadas ingeniosas explotando las indiscreciones y los sentimientos de determinados círculos allí que no podían olvidar Koninggratz. Si la Triple Alianza se hubiera roto, entonces la puerta habría sido cerrada a cal y canto contra el muy discutido avance de Alemania en el Este. Y como los austriacos y los eslavos de los Balcanes interiorizaban más y mas  de las tesis políticas del occidente, las ideas autonomistas brotaron de nuevo. Estas ideas cobraron forma definitiva con el establecimiento de la Triple Entente.



El principio general de la Entente era el apoyo a toda costa de los elementos eslavos de la monarquía del Danubio. Los checos eran los agitadores más abiertos para desembarazarse, del estado y los eslavos del sur estaban en perpetuo fermento.

Todas estas demandas impulsadas por estas fuerzas centrífugas no solamente dislocaron la solidaridad de la federación austrohúngara sino que también minaron toda la posición de las Potencias Centrales. Era un natural y necesario complemento de la política de la Entente  el apoyo recurrente a los estados eslavos de los Balcanes que tenían un interés en la destrucción de la monarquía del Danubio.

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Y con todo esto la posición de los eslavos en la monarquía no era en absoluto pobre. Es bien conocido que el círculo del Heredero austríaco estaba ocupado en planes para la reconstrucción del mecanismo del estado que permitiría el libre desenvolvimiento de su constituyente eslavo. Es verdad que estos planes asumían que la monarquía estaba dispuesta a desplegar suficiente vitalidad para rellamar a las poblaciones eslavas en su lealtad al estado austríaco. Y era esto lo que la propaganda paneslava y panservia trataba de prevenir. El Heredero austríaco se había convertido en odioso para muchos. Se consideraba que el sería lo suficientemente fuerte para sujetar las varias fuerzas divergentes otra vez. Pero esto, de nuevo, trajo a colación el conflicto primario entre eslavos y alemanes.







Probablemente la comunidad de intereses económicos podría en el transcurso del tiempo, con mano cuidadosa, haber eliminado un conflicto racial que retraía a un rudo pasado. Pero el nacionalismo de los eslavos austríacos y sus cercanas relaciones en los Balcanes permanecían dominantes, y fueron conducidas a la hostilidad contra Alemania porque Rusia deseaba reclutarlos para su política de anulación de Austria en interés de su propia expansión, mientras que Francia e Inglaterra vieron en ellos un poderoso instrumento para debilitar a Alemania desintegrando a su aliado.


Finalmente el 28 de junio se produjo el asesinato del Archiduque Fernando en Sarajevo. Las bombas usadas por los asesinos habían sido traídas a Bosnia con la connivencia de oficiales y ayudantes servios, y los asesinos mismos disfrutaron de la aprobación de la asociación Narodna Odbrana, apoyada por el gobierno servio y que trabajaba para la secesión de las provincias servias de Austria-Hungría. Este crimen fue la sangrienta señal de que la Gran Servia creía que su hora había llegado. Pero la hora fatal de la monarquía Habsburgo había también sonado. Si aguantaba pasivamente este atentado al prestigio de su status, entonces su disolución final no podría ser largamente retrasada. Si, por la otra parte, tomaba la determinación de traer a los agitadores panservios a su sano juicio, y si ninguna tercera parte interfería o impedía esto, entonces una conflagración se habría extinguido puesto que el ataque no habría sido solo contra la casa de Austria sino contra el conjunto de la convivencia de la sociedad europea. En el mismo instante que alguno de los miembros de la Entente se opuso a este postrero esfuerzo de Austria-Hungria de preservar su integridad, en ese momento el problema de Austria-Hungría pasaba de la región de la especulación abstracta a la de las decisiones que alterarían la historia del mundo.



Era decisión de Rusia. La política rusa de nuevo tuvo en sus manos encontrar una solución pacífica del tema servio. M Sassonow admitió en conversaciones con el conde Portales que el gobierno servio había merecido una lección, y una palabra de San Petersburgo habría servido para inducir a los servios a garantizar todas las satisfacciones que habrían contentado a Austria, y habría traído un modus vivendi. La paz europea dependía de si los que detentaban el poder en Rusia, la cual, de acuerdo con la antigua fórmula paneslava requería no solamente la protección de los estados balcánicos sino por añadidura el patronazgo de la población eslava de Austria. Pero nosotros sabemos hoy que una ruptura de la paz en Europa era justo lo que M. Sassonow tenía en mente porque el quería Constantinopla y por tanto una guerra europea. Esto, y solo esto, explica todas y cada una de las acciones de la política rusa en julio de 1914. Incluso si Sassonow sintió alguna aflicción al contemplar que el sendero de la guerra crecía a ojos vista, al proponer el camino para quienes habían sido “el objetivo de los calculados trabajos de su ministerio”, nada menos que la guerra fue lo que él causó.


Personalmente, él había estado escorado más y más a favor del ideal paneslavo. Aunque estaba convenientemente versado en la cultura occidental, pudo ser arrastrado por la idea de la Santa Rusia como la grande, todopoderosa, todo protectora madre de los pueblos eslavos. Por esta razón no podía resistir efectivamente la violenta presión ejercida sobre él para asentar la autoridad eslava en todas las ocasiones a toda costa. Pero hubo más que esto. Tanto los consejeros militares como civiles habían exitosamente persuadido al Zar en estos críticos días que el podría solamente salvar la corona y el imperio si el podía desviar hacia las pasiones bélicas el creciente descontento en su país, debido tanto a la excitación paneslavista o el resentimiento socialista. Similares sugerencias ( la experiencia de la guerra así lo demuestra ) pueden haber aparecido por doquier en ambientes y personas irresponsables. Pero en Rusia estas personas ocupaban lugares de la máxima autoridad. Y los que les influenciaban eran adherentes entusiastas de la adquisición de Constantinopla. Fue a estos halcones a los que Sassonow dio la mano cuando decidió consultarlos en la conferencia del 21 de febrero, por la que Rusia debía apoderarse de los estrechos, y podía hacerlo solamente a costa de una guerra europea.

A decir verdad no hubo necesidad para la apelación del príncipe heredero servio a el generoso corazón del zar. Cuando el 24 de julio, imploró al zar” que acuda con toda velocidad en ayuda de Servia” Sassonov había decidido ya la réplica. El mismo día un consejo de ministros ruso resolvió dar apoyo militar a Servia. Al día siguiente las ordenes necesarias fueron obtenidas del zar, y Sassonow estaba ya intentando en la embajada francesa asegurarse por si mismo el apoyo británico. Buchanan ha informado sobre esta entrevista muy extensamente y registra una declaración se Sassonow por la que Rusia no se apresuraría a la guerra si podía confiar en Francia. Esta condición debe ser leída en sentido estrictamente diplomático. Porque Sassonow sabía suficientemente bien que cuando el dijo esto a Sir G. Buchanan, Poincare, que en fecha tan temprana como 1912 “ había contemplado la guerra sin temor” ciertamente cooperaría. El solamente quería saber lo que Inglaterra pensaba, porque no podía hacer la guerra en contra de la voluntad de Inglaterra. Gran Bretaña, aliada como estaba con Japón , tenía ciertamente recursos suficientes para forzar a Rusia a renunciar a todo pensamiento de guerra. M. Sassonow solamente se aventuraría a abrir al completo la puerta de la guerra cuya cerradura ya había forzado, previendo que podría contar con una Inglaterra en armas ocupando su puesto en la mortal contienda. Todo dependía de la actitud de Inglaterra ¿ Y que hizo Inglaterra ?


La clara posibilidad de la guerra , por supuesto, aparecida ante E. Grey, había evocado del estadista inglés fuertes expresiones de aborrecimiento. Reconoció que desde un punto de vista inglés la disputa austro-servia no requería un tratamiento internacional. Si el ultimátum a Servia no conducía a una colisión entre Austria y Rusia, Inglaterra no tendría motivo para involucrarse. No hizo nada para localizar el conflicto. Desde el principio asumió como natural que Rusia intervendría, y contaba con esto. Tan pronto como Rusia hizo propia la causa de Servia el lo aceptó. Y no solo eso. No solamente fracasó en utilizar un lenguaje fuerte en San Petersburgo, que todavía podría haber sido eficaz, sino, al contrario, el prácticamente dio a entender al gabinete ruso que no deseaba usar ese lenguaje. Le dijo al príncipe Lichnowsky el 24 de julio que sentía que en vista del formato del ultimátum austríaco el era impotente para ejercer una influencia restrictiva sobre Rusia. El estadista inglés hasta pensó que era necesario informar a Paul Cambon previamente de su intención de hacer esta comunicación al embajador alemán ¿ imaginó Grey que Cambon encerraría esta interesante comunicación en el secreto de su corazón?
¿ No sabía perfectamente bien que su colega ruso sacaría beneficio de ello inmediatamente? Y eso era todo lo que Sassonow quería saber.




En atención a los servios, Grey llevó su no intervención tan lejos como para instruir al encargado de asuntos en Belgrado que , mientras recomendaba a los servios hacer concesiones en ciertos puntos formales, el debía por otro lado que debían responder como estimasen mejor para los intereses de Servia. El sacerdote pítico no dio un respuesta más halagüeña a Creso. Pero el 27 de julio claramente libró a las autoridades de San Petersburgo de sus últimas dudas. Ese día Grey informó al embajador ruso que la impresión de que Inglaterra en cualquier caso permanecería al margen debía ser modificada. El 1º escuadrón naval había sido instruido para no dispersarse tras las maniobras. Eso fue un estímulo bastante fuerte. Al mismo tiempo, Grey informó al embajador austríaco de la concentración del escuadrón, y añadió que Inglaterra no podía dispersar sus fuerzas en vista de la posibilidad de una guerra. Esto constituía ciertamente una tajante amenaza, aunque Grey negara que lo fuera. Aún debió haber otros datos que garantizaron a Rusia de cualquier resto de duda respecto a la actitud de Inglaterra. El muy citado despacho del embajador belga en San Petersburgo. M de l´Escaille escribe el 30 de julio: "Hoy cualquiera esta firmemente convencido en San Petersburgo que Inglaterra apostará por Francia.  Este apoyo es un factor de primera importancia y ha contribuido considerablemente a dar al partido belicista las cartas ganadoras"; y el mismo día el corresponsal de Reuter en San Petersburgo envió el muy polémico telegrama a Londres comentando la poderosa impresion que había causado el periplo de la flota británica desde Portland. Esto, en combinación con las garantías pacíficas otorgadas por Japón , confirmaron sobradamente la firme decisión de Rusia de arrojarse al arbitrio de la guerra. Esto lo causo Sir E. Grey con su propia estulticia, y de paso acabó con nuestras tentativas de mediación.

En el prefacio de nuestro Libro Blanco esta recogido que Inglaterra trabajaría "hombro con hombro" con nosotros en pos de la causa de la paz. Nuestro entonces imperfecto conocimiento de la actitud inglesa permitieron esta conclusión, que ha sido desde entonces explotada por los periodistas ingleses como un reconocimiento alemán del pacifismo inglés. Pero si desearamos hoy mantener este punto de vista nosotros seríamos refutados por las publicaciones oficiales de nuestros opnentes mismos, que han arrojado suficiente luz sobre la postura de Londres en el preludio diplomático de la contienda.

¿ Fueron nuestras tentativas de mediación esencialmente sin esperanza? Cuando la crísis estaba en su fase aguda tuvimos éxito en atraer a Viena a declarar expresamente que no permanecería ni reclamaría una pulgada  de suelo servio, que no reduciría la soberanía de Servia, y solamente se proponía una temporal ocupación militar del territorio servio.

1 comentario:

Alberto José Arias dijo...

Hay que investigar cómo es que Alemania abandonó su alianza con Inglaterra (ambas casas reales son parientes cercanos) y cómo Francia, eterna enemiga de Inglaterra, terminó aliada a ella.