Comprendiendo que los funcionarios del ministerio de exteriores estaba patrocinando una política de intransigencia a ultranza, Caillaux decidió marginarlos en lo posible recurriendo cada vez más a los oficios de Cambon, e incluso a contactos confidenciales y extraoficiales de la mano del empresario Fondere.
Paul Cambon le había explicado a Grey que Francia no había alterado el equilibrio puesto que sus tropas efectivamente se habían replegado de Fez ( lo cual era cierto pero también lo era que permanecían a la expectativa en el territorio marroquí ) El efecto de esta información se pudo comprobar al día siguiente cuando Grey habló con el embajador español diciendo que la actuación alemana no era honesta. A partir del 5 de julio los franceses repitieron insistentemente que Francia no tenía intención de permitir que Alemania pusiera pie en Marruecos, lo que debería haber tranquilizado las aprensiones del órgano de exteriores londinense respecto a una partición del país entre Francia, España y Alemania.
De todos modos a Grey le seguía rondando la idea de que Berlín estaba intentando conseguir parte de Marruecos, y de hecho dio a entender que Inglaterra no ponía objeción a esto, aunque el mismo admitía que era una observación de cara a la galería. El 12 de julio Bertie informó a Grey que Kiderlen había acordado renunciar a todo interés político en Marruecos a cambio de una compensación en otro lugar. Ese fue el momento en el que los funcionarios del Quai D'Orsay empezaron a engatusar al Foreign Office sobre las intenciones alemanas. Reiteradamente proclamaban que estaban perplejos respecto a esas intenciones, una triquiñuela que Delcasse ya empleó a discreción en la primera crisis marroquí de 1905. Esta jugada pretendía explotar las anteriormente comentadas suspicacias británicas sobre el presunto doble juego alemán y garantizarse así un respaldo constante de Londres. Les ayudó en esa intención la campaña azuzada en la prensa germana por Kiderlen para atraerse la adhesión de los nacionalistas y publicistas, que terminó desmandándose y dando lugar a titulares que clamaban por "Marruecos occidental" para Alemania.
MAPA. LA CONVERSIÓN DE MARRUECOS EN PROTECTORADO 1911-1912
Cuando la conversación de Kiderlen con Jules Cambon acerca del Congo fue anunciada el 15 de julio en Inglaterra, las sugerencias alemanas fueron presentadas como “demandas”. La oferta de Kiderlen sobre la parte norte de Camerun fue descrita como una “rectificación fronteriza” y su mención de Togo, omitida.Ciertamente estas inexactitudes deliberadas forman parte de los juegos diplomáticos, pero muestran la voluntad del Quay d´Orsay de explotar los miedos británicos en beneficio propio.
Por supuesto, el mensaje original de Jules Cambon recogía que Kiderlen solo había hecho sugerencias generales en un mapa del Congo, desde el Atlántico hasta el río Shanga. Y añadía: “mi opinión es que Kiderlen quiere sondearnos. Habló de todo: quizás él solo quiera un puerto sobre el Atlántico. Si no Agadir, Libreville” La idea de que Francia cediera su porción del Congo a cambio de Togo había sido manejada por París en fecha tan temprana como el 7 de mayo. Sir Bertie refirió el 17 de julio que Alemania debía saber que sus requerimientos respecto al Congo eran inaceptables para Francia y que estaban encaminados a reconciliar a los franceses con la presencia de los alemanes en la costa marroquí. Evitó mencionar Camerún o Togo, con lo que daba a entender que solo la cesión del Congo estaba sobre el tapete. Indicó asimismo que Paul Cambon le había comentado que Alemania reclamaría el derecho de anexión de el estado libre del Congo cuando estuviera a la venta. Puesto que Kiderlen había específicamente negado este objetivo, esta fue obviamente una tentativa de alarmar al gobierno británico con información falsa. Por supuesto Crowe no perdió el tiempo y sostuvo que si tales demandas alemanas eran atendidas eso “significaría el definitivo sometimiento de Francia “. Pensaba que este era un desafío y que la “cuestión dominante” era “si Inglaterra estaba preparada para luchar al lado de Francia si fuera preciso”. Nicolson escribió al embajador británico en Berlín, William Goschen, en el mismo sentido.
El 19 de julio el gobierno ingles estableció la posibilidad de convocar una conferencia internacional si las conversaciones francoalemanas terminaban rompiéndose. De nuevo saltó la discrepancia entre los liberales radicales y Grey. Este último estaba dispuesto a amenazar a los alemanes si rehusaban asistir a tal conferencia, eventualidad que Lord Loreburn desestimó, insistiendo además en que se explicase a los franceses que una cesión en Marruecos " bajo las condiciones apropiadas (...) no sería considerada por nosotros perjudicial para el interés británico, y no sería vista por nosotros como un causus belli". Todavía el 20 de julio parecía que Grey se inclinaba a regañadientes a la aceptación de un compromiso. Consentía que Alemania adquiriese territorio adicional en África central ( se adhería a la postura francesa de ceder nada en Marruecos ) y hasta razonable, en vista de las adquisiciones británicas y galas en África. Incluso consideraba las pretensiones de reparto del Congo Belga. Pero mentalmente se estaba aproximándose cada vez más a sus consejeros en el Foreign Office, partidarios de rechazar sistemáticamente las peticiones de Berlín.
Muy en su línea de dar dos pasos adelante y uno atrás, Grey se mostró abiertamente complacido cuando David Lloyd George, por entonces ministro de finanzas, (hasta entonces en las filas de los liberales radicales y a partir de este discurso prominente líder de los liberales imperialistas) lanzó el 21 de julio un feroz discurso en la Mansion House Banquet ( residencia oficial del alcalde de Londres). El discurso fue planificado a conciencia, puesto que Lord Ridell mencionó que Lloyd George llegó con retraso a la Mansion House y para excusarse le dijo “ la tardanza se debió a una conferencia con Asquith y Grey sobre los términos precisos del discurso “ Conviene precisar que días antes Lloyd George le había preguntado a Grey si el gobierno alemán había dado alguna respuesta a la comunicación que Grey había hecho en nombre del gabinete el 4 de julio, y Grey se limitó a decirle que seguía sin respuesta y que eso era un presagio ominoso. Posiblemente Lloyd George desconocía que no se había remitido un comunicado escrito a los alemanes: Grey no le sacó del error.
En el discurso, Lloy George repasó los beneficios de la paz y el papel histórico de Inglaterra. Pero la carga de profundidad venía en el siguiente el párrafo: “ Si la situación nos forzara a una paz que solo pudiese ser preservada por la capitulación de la grande y beneficiosa posición que [ Gran ] Bretaña ha ganado en siglos de heroísmo y esfuerzo, permitiendo que Bretaña sea amenazada, donde sus intereses se vean vitalmente afectados, como si ella no contara en el concierto de las naciones, entonces yo enfáticamente digo que una paz a ese precio sería una humillación intolerable para un gran país como el nuestro” El discurso público, en la voz de uno de los más eminentes miembros del gobierno, y en aquellas circunstancias, fue interpretado inequívocamente como una amenaza de guerra a Alemania , como una advertencia oficial de que si la guerra llegaba, Inglaterra pelearía junto a Francia. Bethmann recordaba en 1919 el impacto de esas palabras: “ El lenguaje imperativo de Lloyd George no podía sino causar una violenta excitación en Alemania. Inglaterra se manifestó en unos términos que encajaban a la perfección en la prepotencia de un imperio mundial, precisamente de lo que los alemanes fuimos acusados hipócritamente de aspirar “. Por el contrario, Grey defendería en sus memorias el discurso de la Mansion House “ que hizo mucho por preservar la paz en 1911 (…) los nacionalistas alemanes dudaron de si sería prudente encender los cañones (…) ciertamente tuvo el efecto de obligar al gobierno alemán a cooperar con su embajador en Londres y enviarle instrucciones “
Las repercusiones del discurso de Mansion House fueron sin duda amplias e introdujeron una nueva dimensión en la segunda crisis marroquí, al hacerse públicamente alusión directa a un conflicto generalizado. Jules Cambon le comentó a su colega Goschen confidencialmente que estaba “ horrorizado” por el efecto del discurso entre los franceses colonialistas. Los liberales imperialistas ingleses ganaban influencia de la mano de las decisiones tomadas por sus líderes: Asquith, Grey y Lloyd George. La ansiedad se apoderó a partir de aquella fecha de los altos responsables militares y civiles de los tres países. Henry Wilson, jefe británico de operaciones militares mencionó que la posibilidad de que Inglaterra se viera envuelta en una guerra continental atenazó al gobierno en las semanas siguientes, y Grey temió un ataque por sorpresa sobre la flota inglesa, ordenando a Goschen a principios de agosto que estuviera ojo avizor sobre las importaciones alemanas de harina y otros alimentos, cuyo aumento indicaría un preparativo bélico. El Comité de Defensa Imperial ( CID ) fue convocado el 23 de agosto para considerar que acciones tomaría Inglaterra en caso de una guerra francoalemana. A esta reunión no fueron convocados, ni tampoco informados los liberales radicales. Los preparativos británicos para participar rápidamente en una posible contienda continental estaban muy avanzados tanto en el mar como en tierra. Arthur Nicolson escribió el 14 de septiembre que había conversado con Haldane, Lloyd y Churchill y que estaba contento de encontrar a los tres “ perfectamente preparados, podría decir encantados con enfrentarse a todos las posibles acontecimientos”.
Los preparativos también se dieron en Francia. A finales de agosto Joffre, comandante en jefe, mencionó a un agregado británico que el y su estado mayor trabajaban duro ultimando los detalles de su plan de campaña, que estaría listo en pocos días. La opinión pública francesa estaba enfervorecida por una postura firme contra Alemania. “ The Times “ informaba el 26 de septiembre que la opinión francesa se mostraba más que firme en repudiar 35 años salvaguardando una “paz ignominiosa”, curiosamente la misma idea que presidió el discurso de la Mansion House, una idea repetida por Louis Barthou, destacado líder político y exministro, cuando afirmaba que Francia, segura de su derecho de su fuerza “nunca deseará sacrificar el honor a cambio de la paz ". Nicolson a su vez se hacía eco de la euforia militar de los franceses: “ nunca estuvo [ el ejército] mejor equipado, organizado y armado o ha estado inspirado por tan fuerte sentimiento de perfecta confianza y unidad” hasta el punto de poder medirse a los alemanes “ en muy cercanos términos de igualdad ”. Era tal la euforia que los franceses creían hasta poder prescindir del apoyo ruso. Y eso que Rusia había dado garantías formales de apoyo diplomático y militar.
Inequívocamente se abre paso una interpretación venenosa para explicar la inusitada agitación de Londres tras la recalada del “Panther” en Agadir: el terror británico, o más exactamente, de los directores del Foreign Office, a que Francia y Alemania solventaran sus diferencias sobre Marruecos de manera amistosa y bilateral, creando así un precedente de resolución de conflictos mutuos entre Paris y Berlin. Un precedente peligroso, a juicio de los grupos de presión más influyentes en el Parlamento y gobierno ingleses. El vocero mediático de esas corrientes, “The Times” lo había insinuado el 20 de julio al valorar cualquier acercamiento entre Francia y Alemania como dañino para los intereses británicos. La mejor manera de evitarlo era precisamente incitar a los franceses a despreciar esa vía prometiendo el máximo apoyo inglés en cualquier pleito con el II Reich. De cara al público británico esa línea se justificaba diciendo que la mejor manera de proteger los intereses británicos era el respaldo a Francia, un apoyo que el discurso de Mansion House y sus secuelas periodísticas llevaban hasta el extremo de una hipotética guerra.
Con semejante ambiente las negociaciones francoalemanas se desarrollaron con una terrible espada de Damocles sobre ellas. Kiderlen le dijo a Goschen que ahora no podía modificar su posición porque eso sería interpretado en su país como una capitulación del gabinete berlinés ante las amenazas de la Entente. Kiderlen siguió asegurando que el ya había dado a Francia una completa satisfacción sobre sus pretensiones sobre Marruecos, pero pensaba que París le estaba ofreciendo demasiado poco a cambio de su actitud conciliadora y su propuesta de ceder territorio colonial alemán en Togo y Camerún. Jules Cambon estaba de acuerdo en que los gobernantes franceses estaban siendo demasiado rácanos e intentó persuadir a sus superiores para que hicieran más ofertas. El 24 de julio había escrito a Selves. “ si queremos que las negociaciones den resultados debemos mostrar mas generosidad. Entre nosotros, lo que ofrecemos es demasiado poco y demasiado ridículo”. J. Cambon tambien pensaba, en cualquier caso, que la amenaza de una intervención inglesa conduciría a Alemania a hacer concesiones y que Francia necesitaría esforzarse menos. No ocurrió así y Kiderlen siguió en sus trece, por lo que Caillaux, alarmado, ordenó que “los generales y almirantes afectados por la movilización lo tuvieran todo a punto “…
En septiembre, con las negociaciones para compensar a Alemania por su renuncia a Marruecos todavía atascadas, J. Cambon le pidió a Goschen que intercediera ante Grey para que empujará al gobierno francés a ser generoso y hacer “una oferta verdaderamente aceptable”. Grey pensó, que después de todo, si Alemania daba carta blanca total a Francia en Marruecos “no habría razones para que la difrencia entre la paz y la guerra dependiera del triángulo Wesso-Alina [ en referencia al Congo] “ A fin de cuentas, el alcance del apoyo inglés venía dado por la capacidad de Francia para escenificar sus negativas a Alemania de un modo razonable. Selves dió otra vuelta de tuerca diciendo a Bertie que las excesivas demandas alemanas estaban intentando humillar a Francia para forzarla a entregarse. Bertie valoró que muchas personas en Francia creían que la guerra era inminente y era mejor que se produjeses ahora, cuando Francia estaba bien preparada y la asistencia inglesa era cierta porque sus intereses estaban en riesgo.
La prolongación de las negociaciones en septiembre condujeron a una retractación parcial de la promesa de Kiderlen de completa libertad para Francia en Marruecos. Ahora trató de establecer una privilegiada posición para Alemania en el sur de del país. Cuando sus contrapropuestas no cuajaron, se vió forzado a renunciar definitivamente a la aspiración marroquí y conformarse con garantías para la actividad económica y la libertad de comercio. Jules Cambon y Kiderlen fueron acercando posturas a finales de septiembre, en parte empujados por la inquietud que provocó un pequeño pánico financiero en el mercado berlinés y el comienzo de la intervención italiana en Trípoli el 28 de septiembre, abriendo la guerra italo-turca. El centro de la atención se trasladó a las compensaciones en Africa central. El 11 de octubre ambos negociadores elaboraron un borrador, y por fin el 28 de octubre el acuerdo finalmente quedo listo después de establecer las compensaciones definitivas.
El tratado del 4 de noviembre de 1911 firmado por Kiderlen y Jules Cambon establecía el pleno protectorado francés sobre Marruecos, sin presencia alemana. Francia trataría con posterioridad y con carácter bilateral las menores reivindicaciones españolas. Alemania obtenía una franja poco valiosa del Congo francés añadida al Camerún, aunque le proporcionaba un corredor que daba acceso al río Congo y el mar.
MAPA. LAS CONCESIONES DEL ACUERDO DEL 4 DE NOVIEMBRE A ALEMANIA EN EL CAMERÚN, EN DETRIMENTO DEL CONGO FRANCÉS.
El tratado fue severamente censurado por los nacionalistas en Francia y Alemania: “La aguda crítica a que fue sometido el tratado en el Reichstag me parece que fue altamente injusta (…) si por otra parte, la intención era lanzar una advertencia a Inglaterra, entonces fue un error no apreciar que cada utilización de un lenguaje rudo en las sesiones públicas del parlamento tendría el efecto opuesto al buscado en la mentalidad inglesa”, recordaba Bethmann-Hollweg. Sobre el tono colérico de las diatribas que se oyeron en el Reichstag sirven de muestra las declaraciones del diputado nacional-liberal Ernst Bassermann, portavoz de su partido en asuntos exteriores, refiriendose a la conveniencia de efectuar una demostración militar no en Agadir, sino "que debería haberse emprendido a lo largo de nuestra frontera occidental remarcando que todas nuestras disputas con Francia conducen a la guerra sobre suelo europeo, y no sobre el africano". Aún mas contundentes fueron las opiniones de otro destacado ponente parlamentario, Von Heydebrand, quien en un acto en Breslau el 29 de octubre antes de la misma ratificación del acuerdo hizo referencia utilizando palabras gruesas al declive del prestigio alemán y a la prepotencia de Lloyd George. En la sesión del 9 de noviembre del Reichstag fue mucho más acre: " Lo que asegura nuestra paz no son las docilidades, las comprensiones y los acuerdos, sino nuestra espada relumbrante y la convicción que deben tener los franceses de que nosotros esperamos ver un gobierno que no dejará enmohecer la espada cuando el momento crítico llegue". Aludiendo a la valoración tibia que Bethmann hizo del discurso en Mansion House, Von Heydebrand añadió: " Cuando oímos un discurso que debemos considerar una amenaza, como un chantaje, como un chantaje humillante, no es fácil apartarlo calificándolo de comentario de ´despues de la cena´. Cada incidente actua como un relámpago en la oscuridad mostrando al pueblo alemán donde esta el adversario. El pueblo alemán ahora sabe lo que ocurre cuando ambiciona la expansión exterior y un lugar bajo el sol como le corresponde por su derecho y su destino, donde tiene que buscar el permiso para hacerlo así o no. Nosotros los alemanes no estamos acostumbrados a eso, y no podemos permitirlo y sabremos como responder. cuando el momento llegue el pueblo aleman sabrá que tipo de respuesta dar" Muchos eran los parlamentarios alemanes desconfiaban más de la actitud desafiante adoptada por Inglaterra que de la sostenida por Francia, con la que teóricamente se había mantenido el pleito colonial. Probablemente la insatisfacción germana tenía más fundamento puesto que Francia se había alzado con la materialización y reconocimiento de su poder sobre Marruecos a cambio de una porción poco significativa del Congo.
FOTO. EL DIPUTADO NACIONAL-LIBERAL BASSERMANN, QUE LIDERÓ LAS CENSURAS AL TRATADO DEL 4 DE NOVIEMBRE EN LAS SESIONES DEL REICHSTAG.
La presunción de que Alemania habría hecho mejor si el “Panther” no hubiera sido enviado a Agadir es debatible. El verdadero problema viene del uso interesado que se dio al hecho por parte del Foreign Office y del gobierno Asquith. El discurso de Grey el 27 de noviembre ante el Parlamento, pasado lo peor de la tormenta, dejaba sin embargo las espadas en alto: Grey finalmente valoró como apropiada la unilateral ocupación francesa de Fez aunque contraviniera flagrántemente las reglas establecidas en Algeciras, no mencionó la actitud negociadora de los alemanes y cargo las tintas y la responsabilidad de la gravedad de la crisis al incidente de Agadir. Insistió en que el objetivo alemán había sido repartirse Marruecos con Francia y España, calificó la demandas alemanas de inaceptables y afirmo que el II Reich había pretendido intimidar a los franceses y así permanecer en Marruecos. También adujo que los alemanes habrían cerrado el área que les hubiera tocado en el reparto y establecido un monopolio comercial.
Por contraste, Selves, cuando se dirigió a los diputados en la cámara parisina el 14 de diciembre dio una visión mas equilibrada y optimista del proceso. Primero explicó que las negociaciones ya estaban en curso antes de su acceso al puesto ministerial a finales de junio. Estableció el principio básico de que debía entregarse a Alemania alguna compensación fuera de Marruecos, puesto que Francia no cedería ninguna parte de suelo marroquí. Los alemanes habían aceptado ese principio fundamental. Kiderlen dijo: “Tendréis Marruecos. Estableceréis allí vuestro protectorado, escribid vosotros mismos el texto con los detalles específicos” Cada compensación habia sido tratada con Inglaterra, España e Italia. Finalmente Selves dio los pasos precisos para informar a la opinión pública francesa de la verdadera naturaleza de las discusiones con Alemania. La diferencia de actitud y valoración que hicieron Selves y Grey salta a la vista.
La declaración formal del protectorado francés en Marruecos tuvo lugar en marzo de 1912 con el tratado de Fez por el que el sultán marroquí reconocía las amplias competencias de la autoridad francesa, representada por Lyautey como "residente general" , superpuesta a la suya propia. El 27 de noviembre de 1912 quedarían finalmente establecidos los límites del sector del protectorado bajo jurisdicción española: El Rif al norte, y la franja de Tarfaya al sur, algo disminuidas respecto a las zonas de influencia originales asignadas a España en el acuerdo hispanofrancés de 1904.
Respecto a las consecuencias inmediatas de estos acontecimientos, el memorandum que presentó Crowe el 14 de enero de 1912 esclarece las conclusiones que se habían extraído en Inglaterra: El objetivo alemán era destruir la Entente anglofrancesa, y para ello contaba con la simpatía, de nada menos, que Caillaux, quien de acuerdo a esta teoría simpatizaría con la Triple Alianza y habría prometido por su cuenta la totalidad del Congo a Alemania, siendo el envío del "Panther" un mero pretexto para ello. Cuando el rechazo público hizo imposible esta transacción, Caillaux habría responsabilizado de ello a los británicos, dirigiendo a los alemanes contra Inglaterra.
El destino de Caillaux quedaba así sellado, convertido en el objeto de sospechas de duplicidad y traición tanto en su país como en Gran Bretaña. Sus negociaciones secretas fueron filtradas a la prensa por la inteligencia del denominado "gabinete negro". El gobierno Caillaux cayó a principios de 1912, siendo sustituido por el dirigido por el lorenés conservador y nacionalista Raimond Poincare.
El minuciosos estudio de la segunda crisis marroquí de 1911 pone de relieve que, a pesar de las apariencias, era Gran Bretaña la que azuzaba la postura de dureza frente a las pretensiones alemanas, y no así Francia, al menos hasta la llegada al poder de Poincare. Por otro lado, el ambiente enrarecido en las relaciones internacionales creció hasta límites desmesurados, al excitar los políticos y la prensa los sentimientos de agravio y hostilidad hacia las naciones consideradas rivales.
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