29.8.20

LA INTERVENCIÓN ITALIANA EN LIBIA, SEGÚN EL CANCILLER BETHMANN-HOLLWEG

"Mientras estábamos todavía en profundas negociaciones con Francia respecto a Marruecos, Italia puso sus manos sobre Trípoli. La Triple Alianza parecía estar en sus últimos momentos. La Entente no disimuló su maliciosa satisfacción respecto a que Italia tomase semejante línea, que era de esperar, la conduciría lejos de sus socios.

No había nada en la Triple Alianza que se opusiera a esta empresa italiana, puesto que no estaba atada a conseguir nuestro consentimiento para actuar en África.

Pero temíamos que  Italia, en la prosecución de sus ambiciones africanas, no cayera en conflicto con los intereses generales de la alianza comprendida en el Tratado. Y más de una vez durante la campaña de Trípoli fue difícil mantener el acuerdo entre Italia y Austria-Hungría.

Como la guerra en Cirenaica se estancaba, Italia quiso atacar a Turquía en Europa a fin de forzar una decisión. Esto causó una crisis en la cuestión del equilibrio balcánico acordado con clausulas especiales desde hacía tiempo entre Italia y Austria-Hungría. Más de una vez tuvimos que intervenir para prevenir que las diferencias entre nuestros socios tomaran un cariz peligroso.

En este aspecto los franceses fueron involuntariamente de considerable ayuda para nosotros. No puedo afirmar si la Entente había instigado especialmente a Italia en su empresa de Trípoli.

Pero ahora que la disputa marroquí había sido apaciblemente asegurada, Francia no tenía ningún interés  particular en solucionar el asunto de Trípoli. En cualquier caso, los dos Poderes Occidentales hacía tiempo que habían reconocido la reclamación por parte de los italianos de este remanente del Imperio Otomano, y una ejecución de esta reclamación formaba indudablemente parte de sus planes generales para la partición del litoral norteafricano.

Aunque los franceses probaron que no hay honor entre ladrones, pues tras obtener su botín ellos intentaron escamotear la parte de los italianos. Pusieron dificultades a los italianos en el mar y en torno a Túnez, y tanto en privado como en público trabajaron contra su asentamiento en Trípoli. Ellos querían impedir que los italianos tuvieran un éxito demasiado fácil, y temían las ambiciones italianas respecto a Túnez. 

Así resultó que Italia nuevamente reconoció las reglas de la Triple Alianza. El ministro de exteriores, Von Kirdelen, visitando Roma en enero de 1913, fue recibido con la más cálida cordialidad. El rey y los principales ministros compitieron unos con otros en demostraciones de amistad, mientras que los círculos militares se esforzaron en subrayar el valor de Italia para sus socios,a hora que Túnez e incluso Egipto podían ser amenazados desde Trípoli y Cirenaica. La cita del emperador con el rey Víctor Manuel en marzo no fue menos esperanzadora y las conversaciones políticas de los dos monarcas incluso más armoniosas de lo usual.

FOTO. A LA IZQUIERDA, EL MINISTRO DE EXTERIORES ITALIANO ENTRE 1910-1914, ANTONIO PATERNO CASTELLO, MARQUÉS DE SAN GIULIANO.  A SU LADO, EL MINISTRO DE EXTERIORES AUSTRIACO, BERCHTOLD.

El rey no intentó disimular su insatisfacción por las maniobras francesas. Así cuando San Giuliano vino a Berlín en noviembre todo lo esencial para la renovación de la Triple Alianza fue fácilmente cerrado, y nuestro éxito en efectuar la renovación, inmediatamente acabada la campaña en Trípoli y dos años antes de la expiración oficial del Tratado, a pesar de una considerable oposición en el norte de Italia, fue debido en buena medida a las experiencias de Italia en su empresa africana. Parecía que la Triple Alianza tenía la oportunidad de cobrar una nueva vida."

FUENTE: BETHMANN HOLLWEG, "REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA MUNDIAL",   1919