24.8.12

TRADUCCIÓN: "REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA MUNDIAL" DE BETHMANN-HOLLWEG: CAPÍTULO "El estallido de la guerra" 3ªparte

[Correspondientes a las páginas 133-146 de la edición inglesa de 1920]

¿ Movilizó Rusia, entonces, porque se sintió amenazada? Vamos a echar un vistazo a las diferentes fechas de movilización. El 25 de julio Servia movilizó al recibir el ultimatum austríaco , y el mismo día 25 de julio un consejo ministerial, mantenido en presencia del Zar, "contempló la movilización del 13º cuerpo de ejército previsto para operaciones contra Austria". Esta movilización parcial era equivalente a una movilización general contra el frente austríaco, y sería puesta en ejecución "tan pronto como Austria procedió a tomar acciones militares contra Servia". El ministro de exteriores fue instruido e investido para " determinar el momento de la movilización" ( libro amarillo, Nº50 ) Parecería por tanto, que Rusia desde el primerísimo momento, acudió en apoyo de Servia contra Austria mediante la movilización al menos, y , suficientemente curioso, dejó la decisión de semjante medida militar en las manos del ministro de exteriores.

El señor Sassonow puso exactamente la decisión del consejo de ministros en práctica el 29 de julio despues de que Austria hubiera el día antes, esto es, el 28 de julio, declarado una movilización parcial que estaba en cualquier caso dirigida contra Servia y simultaneamente a la declaración de guerra a Servia. La respectiva entidad de las tropas movilizadas el 29 de julio muestra que las 24 divisiones austrohúngaras estaban enfrentadas a 39 divisiones rusas y 15 servias, en total, 54 divisiones.


 Nosotros mismos no estábamos en completo acuerdo sobre como estabamos procediendo oficialmente. El minsitro de la Guerra, general Von Falkenhayn, pensaba que era un error declarar la guerra a Rusia no porque él considerara que pudiera evitarse tras la movilización rusa, sino porque temía que el efecto político sería perjudicial para nosotros. El jefe del Estado Mayor, el general Von Moltke, estaba en el otro lado, a favor de declarar la guerra, porque nuestro plan de movilización previsto para una guerra de dos frentes, requería que las acciones militares fueran tomadas inmediatamente y porque nuestras esperanzas de éxito contra la enorme superioridad numérica que dependían de una extremada rapidez de movimientos. Yo mismo estaba de acuerdo con el punto de vista de Von Moltke. Por supuesto, no me hacía ilusiones sobre el efecto de la cuestión de la responsabilidad por la guerra que nuestra declaración formal tendría y realmente tuvo. Pero era imposible en ese momento cuando la existencia del país dependía enteramente de la acción militar oponerse a los argumentos militares, bastante razonables en si., del genral que era rsponsable de las operaciones militares. La unanimidad del pueblo alemán de ninguna manera disminuyó por la declaración de guerra contra Rusia.

Es bien conocido que hemos sido criticados por otras partes en sentidos enfrentados. El retraso en la movilización y en el principio de las operaciones militares nos habrían ocasionado irreparables
perjuicios como ya se ha comentado. Solamente los expertos militares pueden juzgar si una ganancia de dos o tres días habrían sido una importante ventaja militar. Pero nadie en su sano juicio puede mantener que por no haber golpeado unos pocos días antes nosotros perdímos la guerra, y ese es realmente todo el asunto. La misma réplica puede ser hecha a los que reprochan que hicimos insuficientes preparativos económicos y financieros para la guerra, y que, políticamente hablando la guerra fue malamente orquestada. Estas críticas, que han sido antes mendionadas, no son enteramente infundadas. La experiencia de la guerra ha mostrado que Alemania tendría que haber guardado en reserva un considerable fondo de cereales, alimentos y materias primas. Hubo indiscutiblemente algunas neglicencias en esto que se percibieron hace bastante.
Pero la omisión no puede ser criticada respecto al corto  plazo. Semejantes preparativos fueron en buena medida imposibles  en vista de la insospechada rapidez con la que la crísis se desarrolló; digamos, preparativos que podían haber sido de verdadero alivio para nosotros en una guerra de cuatro años. La pérdida de la guerra poco pudo ser evitada deteniendo la exportación de harina y el tráfico de unos pocos barcos, por importantes que fueran algunos de ellos, o haber importado todo el grano que hubieramos podido conseguir, en el curso de julio de 1914. Estos asuntos no tuvieron incidencia decisiva en relación a las ilimitadas demandas que cayeron sobre nosotros durante la guerra. No veo claramente como una auténtica guerra defensiva puede ser escenificada. La mas inteligente gestión, y yo soy consciente que mi propia caida fue de lejos por causa de ello, no podía haber evitado hacer cosas que pudieran haber sido interpretadas como la consecuencia de intenciones agresivas, y que en nuestro caso ciertamente así habrían sido interpretadas. Y mientras algo de esta clase no habría sido solamente falsear los acontecimientos, además podía haber tenido efectos fatales sobre nuestra resolución interna. Yo lo contemplo como una responabilidad moral para eludir ambos peligros bajo todas las condiciones; el 4 de agosto mostró eventualmente que mi actitud no era del todo injustificada.
 El papel de Francia en la gran tragedia de 1914 fue condicionado por su alianza con Rusia y por la reactivación de la idea de la revancha bajo el régimen del señor Poincaré . Francia indudablemente no había perdido tiempo en prometer lealtad ilimitada a una Rusia socia que había tomado su postura detrás de Servia inmediatamente después del estallido de la crisis servia. Tan pronto como el 24 de julio el embajador servio en San Petersburgo estuvo dispuesto a proclamar triunfalmente a nuestro embajador que él pronto estaría convencido que no era una cuestión austro-servia sino europea la que estaba a la orden del día. En esto él estaba claramente repitiendo lo dicho por Rusia y difícilmente Sassonow pudo haber usado expresiones groseras acerca de Viena si hubiera tenido razones para temer una censura desde Paris. No se han encontrado señales de que Francia realmente apaciguara los ánimos de la excitación rusa. La inclinación originalmente mostrada por el representante de Viviani para reconocer el derecho de Austria a obtener satisfacción de Servia se transformó en un telegrama del primer ministro enviado a su regreso de San Petersburgo tomando partido por Servia con determinación.



Algo muy distinto de la buena voluntad fue mostrado desde el principio en los infatigables esfuerzos de Francia en poner en cuestión la autenticidad de nuestros esfuerzos por la paz, y dando paso a la sospecha de que nosotros estábamos solamente usando el asunto servio como un pretexto para caer sobre Francia. El señor Jules Cambon argumentó en todos sus despachos con su usual habilidad para el debate la asunción falaz de que los fomentadores de la guerra debían buscarse en Berlín. Las tentativas que hicimos en Paris para traer la acción pacificadora en San Petersburgo no solamente encontraron un muy profundo recelo sino que fueron reproducidas en la prensa en “formas distorsionadas”. Claramente la única ansiedad de Paris era no comprometerse así misma con la diplomacia alemana a los ojos de los Aliados, para no aparecer como un socio tibio, ni causar inquietud de manera alguna a su compañero ruso.



El gabinete francés en ese momento consideraba su principal objetivo atraer a Inglaterra a entrar en la guerra. Tanto los documentos ingleses como franceses dan una vivaz imagen de la persistencia y obstinación que el señor Paul Cambon mostró en sus negociaciones con sir Edward Grey. Como quiera que Grey mantuviera en estas conversaciones la ficción de que las manos de Inglaterra permanecían libres, el señor Cambon tuvo muy pocas dificultades en lograr al final éxito persuadiendo al hombre de estado inglés. El pacto fue concluido cuando Francia, finalmente, el 1 de agosto obtuvo la garantía de que la flota inglesa impediría a los navíos alemanes atravesar el canal y defendería la costa francesa de ataques alemanes. Este fue el momento en que Inglaterra finalmente abandonó su neutralidad y se comprometió. Francia había obtenido lo que buscaba.



El gobierno francés hizo uso de otros recursos en su búsqueda del apoyo inglés que es muy característico de su actitud en el conjunto de la crisis. Fue, no puede expresarse de otro modo, la falta de veracidad en su representación de lo que estaba pasando auténticamente. No solamente Viviani sino también el señor Poincaré personal y persistentemente mantuvieron que la movilización general rusa fue resultado de una movilización universal austriaca. Ya he dado cuenta, y el hecho es notorio que los carteles de la movilización rusa habían sido leídos por todas las calles de San Petersburgo temprano por la mañana del día 31 de julio mientras la movilización austríaca fue decidida varias horas más tarde. Este fue de hecho justo el punto en el que el gabinete francés se alzó en este proceder; y la postura militar de Alemania fue tratada por los hombres de estado franceses de una manera desleal. Yo había instruido a nuestro embajador en París, el barón Von Schoen para indicar al gobierno galo que una continuación de los preparativos militares franceses nos forzaría a dar pasos en nuestra defensa. Tendríamos que proclamar un estado de amenaza de guerra, que no necesariamente implicaría la movilización, pero debía necesariamente incrementar la tensión. Todavía esperaba, con todo, que la paz pudiese ser preservada. El señor Viviani tergiverso estas instrucciones en su telegrama del 1 de agosto a Paul Cambon asegurando que nosotros habíamos hecho una temprana proclamación del estado de guerra, y encubierta bajo esta había empezado la movilización misma. Y el 1 de agosto el señor Viviani expresó su sorpresa al barón Von Schoen con referencia a su notificación de la movilización alemana, porque Alemania estaba dando semejante paso en un momento en el que amistosos intercambios de opinión estaban teniendo lugar entre Rusia, Austria y otras potencias. El señor Viviani así admitió que la diplomacia estaba todavía trabajando, con buenas perspectivas, y acusó a Alemania de haber perturbado arbitrariamente este buen trabajo, aunque el sabía perfectamente que esta acción diplomática se debía, sobre todo, a los esfuerzos de Alemania y que en Rusia quien la había interrumpido mediante la movilización. Cuando el zar mismo, en su telegrama al Káiser el 29 de julio declaró que él veía claramente que las medidas militares que le estaban siendo impuestas, por sus consecuencias debían conducir a la guerra, y cuando sir E. Grey el 30 de julio reconoció que la suspensión de las medidas militares rusas ofrecía la única, si bien extremadamente remota, oportunidad de mantener la paz, entonces es imposible conceder que el señor Viviani no se hubiera dado cuenta del significado de la movilización rusa de la cual la alemana fue una mera réplica.

Finalmente, es particularmente observable que el señor Viviani, al ser informado por el barón Von Schoen de nuestro ultimátum a Rusia a las 7 de la tarde del día 31 de julio, acto seguido pretendió que él no tenía conocimiento de la presunta completa movilización de Rusia.
Tal ignorancia inocente es simplemente inexplicable. Es evidencia de una mala postura tomar refugio en la falsificación, y no hay duda del objeto por el cual el gabinete francés adoptó semejantes tácticas. Era necesario aparentar, incluso por medios cuestionables, que la movilización general rusa había sido provocada por las Potencias Centrales. No solo podía ser llevada a mejor término la manipulación política de Inglaterra sino que la reacción procedente de la misma Francia podía ser penosamente necesaria.



El francés paisano y trabajador no quería ir a la guerra por Servia, y no deseaba derramar sangre francesa por las ambiciones rusas sobre Constantinopla. Posiblemente el chovinismo en julio de 1914 no se hubiera achicado ante la guerra por la nostalgia de Alsacia-Lorena; pero difícilmente el pueblo francés habría suscrito esto. Aunque la idea profunda de revancha estaba arraigada sería equivocado creer que por si misma tendría fuerza para sostener una guerra de ofensiva. Hasta donde yo sé, Paris es la única capital donde, en julio de 1914, hubo demostraciones callejeras contra la guerra. Wilson se pasa cuando dice en su octavo apartado de los 14 puntos que Alsacia-Lorena ha impedido la paz en el mundo por cerca de medio siglo. Las provincias perdidas impidieron que la atmósfera internacional fuera cristalina. Pendieron como una nube de tormenta. Pero el trueno mismo vino finalmente de otros lugares. Fueron las autoridades rusas quienes fueron las apasionadas protagonistas, los franceses fueron meros comparsas. El pueblo francés tenía que ser convencido a toda costa de que nosotros éramos los truculentos agresores. Eso ha reforzado la extraordinaria energía con la que Francia ha peleado a través de estos crueles años de conflicto.


Si la guerra había estallado en el Este, Alemania se habría encontrado con una muy comprometida posición en el Oeste. Podíamos anticipar con certeza que Francia no dejaría a su aliado ruso plantado. Cuando el gobierno francés, a nuestro requerimiento, hizo su bien conocida réplica de que Francia actuaría según su propio interés lo precisara, no tuvimos elección sino declarar la guerra a Francia. Y por tanto nosotros mismos nos hicimos aparecer como el agresor, incluso cuando nosotros creíamos poder aducir evidencias previas agresiones por las tropas frnacesas. Yo no pienso que nosotros hubieramos podido evitar ser forzados a clocarnos en esta posición. La rapidez de las decisiones militares a las cuales nos vimos constreñidos por la movilización rusa no nos permitió adoptar una estrategia pasiva respecto a Francia, no admitiendo tiempo para transacciones en pro de una mejoría de nuestra posición política. La agresión de Rusia dictó nuestra actitud tanto como la naturaleza de una ofensiva lo hace.